Danby MJ50 Manual de usuario Pagina 300

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Gr. peirázÇ, "tentar", "poner a prueba" (ver com. cap. 4: 1). Ya que una vez
habían puesto a Jesús frente a esta misma pregunta, sin duda podían imaginarse
cuál sería su respuesta (ver com. cap. 12: 38). Cristo se negaría a dar una
señal; y ellos, sin duda, se proponían presentar esta negativa como una
evidencia de que las pretensiones mesiánicas de Cristo eran falsas. Estaban
poniéndolo a prueba, así como lo había hecho Satanás en el desierto (ver com.
cap. 4: 7), no con el sincero deseo de que algo pudiera convencerlos, sino más
bien con la esperanza de que Jesús no lo haría y les diera así la oportunidad
de acusarlo y negar sus afirmaciones. Evidentemente, Jesús tenía el poder de
obrar milagros, pero siempre se negó a realizarlos ante tales circunstancias
(ver com. cap. 4: 3-11), pues sus milagros respondían siempre a auténticas
necesidades (DTG 334).
Señal.
Ver p. 198.
Del cielo.
Ver com. cap. 12: 38-39. Hasta este momento, Jesús había realizado toda clase
de milagros, entre ellos, demostraciones de poder sobre la enfermedad, los
demonios, la muerte y las fuerzas de la naturaleza. Cada milagro había sido la
respuesta divina a una necesidad genuina (DTG 334). El hecho de que todos los
milagros de Jesús redundaran en una bendición para la humanidad, en verdad era
la mejor evidencia del poder divino mediante el cual Jesús realizaba todos sus
milagros. Pero los fariseos y saduceos querían una "señal del cielo" y negaban
que los muchos milagros realizados por Jesús fueran una evidencia satisfactoria
del origen divino de su misión. Al parecer, buscaban una señal que fuera
enteramente ajena al ámbito humano, como un trueno fuera de tiempo (ver com. 1
Sam. 12: 17), o fuego que descendiera del cielo (ver com. 2 Rey. 1: 10), o que
el sol se detuviera (ver com. Jos. 10: 12). Estaban listos a afirmar que si
Jesús no hacía alguna de estas cosas, no era ni siquiera tan grande como los
profetas Samuel y Elías de la antigüedad. Aunque probablemente habían oído que
un ángel había anunciado el nacimiento de Jesús a los pastores de Belén (Luc.
2: 8-14), que los magos habían sido guiados a Jerusalén por una estrella (Mat.
2: 1-6), y que una paloma había descendido sobre Jesús y se había oído una voz
desde el cielo en ocasión de su bautismo (cap. 3: 16-17) -todos ellos milagros
que bien podían llamarse señales del cielo-, se negaban a reconocer estas
evidencias directas de que Jesús era el Hijo de Dios (ver com. cap. 13: 13-16).
No tenían conocimiento porque preferían rechazar la luz (ver com. Ose. 4: 6).
2.
Cuando anochece.
La evidencia textual sugiere (cf. p. 147) la omisión de este trozo desde estas
palabras hasta el final del vers. 3. 417 En Luc. 12: 54-56 se presenta una idea
similar con palabras diferentes. Parecería que esta fue una ilustración
empleada por Jesús en repetidas ocasiones. Aquí, en Mateo, cuadra
perfectamente con el contexto.
Buen tiempo.
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